
“De no ser por la crisis, jamás hubiésemos dado el salto a Madrid”
Desde 2011, Grupo Cañadío ha abierto las puertas de tres restaurantes en la capital de España, un proceso de expansión en el que Teresa Monteoliva, socia de la firma, ha jugado un rol fundamental. Esta labor, junto a la gestión de Cañadío Santander, le han valido la obtención del Premio Empresaria del Año 2015.
Un año más, la Asociación de Mujeres Empresarias de Cantabria (AME() ha concedido en su tradicional gala anual el Premio Empresaria deI Año, el cual reconoce la labor de mujeres emprendedoras, ejecutivas y directivas de la región desde hace quince años. En esta edición, el galardón ha ido a parar a Teresa Monteoliva, de Grupo Cañadío, quien se muestra tan agradecida como sorprendida por una distinción que pone en valor sus 24 años de trayectoria en la hostelería. En este tiempo, de la mano de su marido y socio, Paco Quirós, ha situado a Restaurante Cañadío en lo más alto de la restauración de la comunidad autónoma, además de emprender un ambicioso proceso de expansión con tres aperturas en la capital de España: Cañadío Madrid, La Maruca Santander, y, hace apenas dos meses, La Bien Aparecida. Responsable de los detalles de servicio y protocolo de los distintos establecimientos, y con 200 trabajadores a sus espaldas, la santanderina aún saca tiempo para continuar formándose entre viaje y viaje. Y es que, según dice, quien no es inquieto en este sector, quien no se actualiza constantemente, está condenado a desaparecer.
Pregunta.- ¿Cómo se inició en el mundo de la hostelería?
Respuesta.- De la manera más casual. Yo trabajaba en una tienda de moda cuando conocí al que hoy es mi marido, Paco Quirós. Iniciamos una relación y, tras completar mi formación bilingüe en Inglaterra, decidimos contraer matrimonio. Comencé a implicarme en el día a día de Cañadío y, con el paso del tiempo, fui aumentando responsabilidades. Además, a principios de los 90, Paco tuvo que alejarse de la empresa por cuestiones personales, y me tocó a mi hacerme cargo de todo. Fueron tres años complicados en los que, a pesar de mis lógicas carencias, logramos revitalizar el establecimiento. P.· ¿ Y desde ese momento la línea ha sido siempre ascendente?
R.- Sí, salvo descensos puntuales. P.· ¿Cómo se logra algo así? Porque hablamos de más de 20 años de ere· cimiento.
R.- Reinventándose continuamente. Por un lado, Paco regresó al negocio, y lo hizo con energías renovadas, actualizando todos sus conocimientos culinarios y empresariales en base a cosas que se estaban haciendo en otras ciudades y países. Yo aproveché para continuar formándome y, tras dos años complicados en los que combinaba los estudios con el trabajo y la educación de mi hijo, obtuve la titulación de sumiller y maestre de sala. De hecho, fui de las primeras sumilleres tituladas de Cantabria. A partir de ahí, he seguido viajando y aprendiendo, lo que me ha permitido acudir a catas importantes y alcanzar cierta consideración entre las bodegas del país.
P.· ¿Esa reinvención continua tam· bién tiene su reflejo en la imagen del establecimiento?
R.-Sin duda. He perdido la cuenta de las veces que hemos hecho reformas. Sin ir más lejos, hace siete años hicimos una integral, y hace dos, cambiamos los suelos. Pintar lo hacemos prácticamente cada año y en febrero queremos darle un nuevo lavado de cara a la sala. Eso sin entrar en el menaje, mantelería o cristalería, que se renuevan constantemente. Viajamos mucho y observamos cómo se hacen las cosas en otros lugares, y siempre estamos abiertos a nuevas ideas o planteamientos. Ha sido precisamente esa inquietud la que nos ha permitido adaptarnos a lo que demandaba el público en cada momento.
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